Su nombre científico es Juniperus bermudiana, y a pesar de ser conocido como cedro de las Bermudas no se trata de un cedro. Nadie lo conoce en Wall Street, ni en las oficinas de Standars & Pool. Moody’s nunca ha oído hablar de él, a pesar de que es seguro que muchos de sus verdugos se han bañado en las aguas turquesa de las islas Bermudas. Es un árbol que alimentó los astilleros para construir bajeles, navios de línea que surcaron todos los océanos y construyeron la primera mundialización. Es probable que el capitalismo, tal y como lo conocemos no existiese sin los cedros de Bermudas y otras especies de árboles.
Los efectos de la plaga de los años 50 aún pueden verse sobre muchos cedros.
Hoy en día el vigoroso cedro de Bermudas se encuentra en peligro de extinción. No obstante no debería sorprendernos que a principios del siglo XVII, cuando los primeros humanos se asentaron sobre el archipiélago, éste estuviera cubierto de un espeso bosque de cedros.
Durante siglos fue el principal interés y recurso de la isla. La madera indispensable para la construcción y reparación de los barcos, era también, el elemento fundamental para la construcción de casas y de instrumentos agrícolas, por no hablar del combustible para cocinar.
La calidad de la madera de cedro hizo de ésta su principal materia de exportación, muy demandada por astilleros de todo el mundo. La explotación intensiva llevó a la progresiva tala de la mayoría de los bosques, lo que provoco un control del gobierno británico. Las reducidas dimensiones de la isla, agravaron los efectos de uso abusivo, además de la progresiva utilización del terreno para usos agrícolas y urbanos.
Sin embargo, si el cedro está en peligro de extinción, ello se debe a que durante las décadas de 1940 y 1950, varías epidemias de insectos y parásitos acabaron con casi el 95% de los árboles. Durante los años 50 más de 75.000 cedros se secaron y debieron ser talados y arrancados para evitar la propagación de las plagas. Los efectos ecológicos sobre el terreno y la fauna aún persisten, dada la dependencia de muchas especies con respecto a los árboles y los efectos de la erosión sobre la tierra.
Hoy el Juniperus Bermudiana está protegido, más aún es un símbolo de las islas. Pero el progresivo aumento del nivel del mar puede acabar definitivamente con el al superar la salinidad del terreno el límite que el árbol soporta.
El cedro de las Bermudas puede llegar a alcanzar los 50 metros de altura y 1,5 m de diámetro, pero su crecimiento es lento, y necesita de la paciencia de los hombres. Cuando el árbol es joven tiene una forma cónica, mientras que en su madurez su copa se hace más ancha y redondeada. El árbol es conocido por el aroma dulce que desprende así como por el color rojo intenso de su madera. Tanto el dulzor de su perfume como el color de la madera lo distinguen de las especies que existen en Norteamérica .
Gracias a un enraizamiento extensivo y profundo, los cedros resisten al viento y se anclan solidamente en el terreno. Además, no podía ser de otra forma, el cedro de Bermudas soporta bastante bien la salinidad de las islas.
La especie posee árboles macho y hembra, ambos enloquecen en primavera. Así entre marzo y abril los árboles se ornan con flores diferentes que llaman al amor y que gracias a los pájaros lo consuman. Su longevidad es grande pudiendo vivir varios siglos sin problemas. Además su copa adulta y tupida es un refugio perfecto para todo tipo de aves, y entre ellas los muy bermudianos rabijunco común (Bermuda Longtail) y el azulejo gorjicanelo o pájaro azul del este (Eastern Bluebird). Una vez más se observa que protegiendo una especie se protege a todo el ecosistema, y al contrario, si una especie se extingue, es la Tierra entera la que pierde.
La lucha contra la extinción es una lucha que debemos compartir, porque de alguna manera nuestra vida está también en juego. Es una lucha difícil ya que no respetamos en nuestra alocada carrera por el beneficio económico ni a nuestros congéneres. Sin respetar los seres humanos, como podemos esperar respetar a animales o plantas. La lucha puede que esté perdida si lo único que nos interesa es el interés de la deuda, los balances de las empresas países. El propio beneficio, el lucro, se extinguirá cuando el oxigeno que lo alimenta desaparezca. Parece que no comprendemos que para ganar dinero es necesario vender. Y para vender alguien debe comprar. La economía es un circuito cerrado, como la naturaleza. La lucha consiste en compartir los recursos.
La lucha puede que esté perdida, pero hay que seguir luchando. Cómo lo saben estos árboles anclados en rocas saladas, expuestos a las tormentas tropicales, a las corrientes de la inmensidad del océano. Cómo lo saben, pues han visto caer imperios y levantarse otros más fútiles aún. Cómo lo saben pues están desde siempre, mucho antes del dólar, el euro, el yen y el yuan. No saben de balances, aunque piensan en sus amigos perdidos. Si pudiesen llorar llorarían, pero se contentan con disfrutar de la brisa, cuando atardece, y algún pajarillo les canta en las orejas.
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Artesanía de la madera.
La madera de cedro se ha usado tradicionalmente para la ebanistería y la carpintería. Con el tiempo también se ha convertido en uno de los materiales preferidos por artistas y artesanos. Así hoy, muchos de los souvenirs de las islas Bermudas están fabricados con cedro bermudiano.
Dónde verlo.
Hay ejemplares por toda la isla, así como bosquecillos, muchas veces cerca de playas muy bonitas. Para saber un poo más visite el jardín botánico de Paget Parish, que posee ejemplares de gran tamaño, además de proporcionar toda la información sobre el cedro de Bermudas y su lucha por la supervivencia.