No podíamos en nuestra página, dejar de contentar los deseos de muchos de nuestros lectores, ávidos de informaciones sobre el famoso Triángulo. Internet está lleno de búsquedas sobre las misteriosas desapariciones de barcos y aviones en esta inmensa superficie marítima situada entre los vértices de Puerto Rico, Fort Lauderdale, -en Florida-, y el archipiélago de las Bermudas. Más de 1,1 millones de kilómetros cuadrados de océano.
La única particularidad de está zona hasta el siglo XX, era el situarse cerca del Mar de los Sargazos, zona de calmas chichas rodeada por las corrientes del Atlántico norte, donde abundan altas concentraciones de algas y plancton. Las Islas Bermudas son una especie de hito entre el Mar de los Sargazos, al este, y el homónimo triángulo, al oeste.
El Mito.
«El lugar lógico para encontrar una voz de otros tiempos es un cementerio de otros tiempos». H.P.Lovecraft
Aún a riesgo de desilusionarles, debemos empezar por el principio, llamando a las cosas por su nombre. Así el Triángulo de las Bermudas es sólo un mito entre tantos, un rastro de los miedos que los humanos siempre han tenido al Gran Azul, al Océano mar.
Supuestamente, en está zona del océano Atlántico se han sucedido numerosas desapariciones de aviones y barcos. Desapariciones inexplicables y extrañas, más aún, explicables por causas sobrenaturales o vinculadas a los extraterrestres, OVNIS, UFOs, etc… Una legión de escritores, tertulianos, apóstoles, cienciólogos y demás alucinados,- y aprovechados-, han cultivado el mito, buscando los pingües beneficios que siempre ha producido lo misterioso, místico y sobrenatural.
En resumidas cuentas, se dice, se comenta, se rumorea que en esas aguas, bajo ellas, en la atmosfera circundante, poderes, fuerzas, espíritus, seres arcanos, tal vez salidos de las novelas de H.P. Lovecraft, o generalmente, marcianos de ancha cabeza y calenturienta imaginación, (a veces verdes), intervienen en la vida humana, hundiendo, secuestrando, haciendo desaparecer aviones, barcos y tripulaciones enteras.
Periódicamente, películas, novelas, artículos de prensa nos recuerdan que lo misterioso está ahí, y que tal vez Cthulhu el supremo acecha…
Con todo, el argumento a pesar de ser muy recomendable para una película de misterio fantástico, no se sostiene y los datos oficiales del gobierno norteamericano no indican mayor incidencia de los accidentes y naufragios en el triangulo de las Bermudas. Las cifras de accidentes, son similares a las de cualquier otra zona de similar tráfico y condiciones climáticas. Claro está, dirán, que puede tratarse de una conspiración…
El origen del mito.
Desde la llegada de los europeos a América la zona ha sido parte de las rutas marítimas, y aún hoy sigue siéndolo. Nada se había hablado hasta el siglo XX sobre desapariciones misteriosas.
Si otros mitos como el de la Atlántida se encuentran incluso en respetables fuentes como la de Platón, el caso del Triángulo de las Bermudas es todo un ejemplo de mercadotecnia aplicada por el escritor de ciencia ficción Charles Berlitz. En su libro de 1974, “El Triángulo de las Bermudas”, el autor norteamericano dio en la diana y convirtió su novela en un best seller. El mito se popularizó y aceptó por buena parte de la población.
La ciencia ficción es un género absolutamente recomendable, que toca mucho los valores filosóficos y políticos y que se hace preguntas esenciales y básicas de la humanidad. También, es un género de diversión y aventura. Ninguna de estas facetas es criticable, nada más lejos de nuestra intención. Lo peligroso es la superposición de la realidad y lo fantástico, la suposición de que la fantasía y la mística son realidades en sí. Berlitz explotó muy bien ese equívoco, o tal vez tuvo suerte, quién sabe. Decimos esto ya que no fue él el inventor del mito.
Años antes, en 1951, el periodista E. V. W. Jones escribió algunos artículos sobre barcos desaparecidos en el área de las Bahamas, a la que llamó, El Triángulo del Diablo. En 1952, George X. Sand escribió otro artículo ahondando la misma senda. Sería Vincent Gaddis, un escritor sensacionalista el que acuñaría el término en su libro de 1964 “Horizontes invisibles: los verdaderos misterios del mar”.
Gracias a Berlitz, un mito había nacido, incólume ante pruebas y hechos, como la Atlántida navega firme, y pronto como a ella, llegará Indiana Jones…
Desmontando misticismo.
«La realidad nunca es ni tan complicada ni tan simple como nos la imaginamos» Guy de Muspassant.
Estos autores y la legión de imitadores que les siguió se apoyaban en las inexplicables desapariciones de barcos y aviones en la zona. Poco importa que el mar secularmente se haya tragado barcos de forma recurrente e inexplicable allá donde Poseidón tuviera la posibilidad de utilizar su tridente.
Berliz, avezado manipulador incluyó entre las desapariciones a barcos hundidos o desaparecidos a miles de kilómetros del Triángulo e incluso se inventó alguno. El que haya informes de algunos barcos que aparecieron a la deriva y sin tripulación fue hábilmente utilizado por Berlitz.
Uno de los casos utilizados para justificar la existencia de fenómenos anormales es la desaparición del vuelo 19, una escuadrilla completa de ¡nada más y nada menos que 5! TBM Avenger de la Marina Norteamericana en 1945. Las investigaciones serías han mostrado que la meteorología de la zona se estaba degradando cuando el vuelo de entrenamiento se perdió. Nada indica problemas con las brújulas, pero gracias a las conversaciones del vuelo se ha mostrado la falta de pericia y de buenas decisiones del líder de la escuadrilla. Al parecer, éste podría haber tomado decisiones erróneas que llevaron a las naves a internarse en el océano y a hundirse tras quedarse sin combustible.
En base a esa desapareción Berlitz y sus acólitos montaron un mito que aún hoy persiste. Con los datos en la mano, no hay mucho misterio al que agarrarse. Más de 10 millones de naves han atravesado la zona en los últimos 100 años, y se han contabilizado se han perdido 50 barcos y 20 aviones. Si a ello añadimos que los ciclones tienen a bien aparecer y desarrollarse en la zona, que las corrientes marinas son fuertes y profundas y que buena parte de los accidentes se deben a errores mecánicos o humanos, podríamos decir que el mito es eso un mito.
Se dice que los mitos, las leyendas, guardan siempre alguna parte de verdad. Podría ser, pero desgraciadamente, las explicaciones suelen ser mucho más aburridas que las construcciones novelescas. Por ello se venden más novelas que ensayos.
Recientemente algunos artículos científicos han explicado ciertas “desapariciones” y accidentes extraños del triángulo de las Bermudas y otras zonas del mundo. La zona del Triangulo parece poseer cierta actividad volcánica por lo que se podrían producir emanaciones de metano provenientes de los hidratos de metano del fondo marino. Este gas provoca que la densidad del agua y del aire cambie. En el mar, podría modificar la flotabilidad de los buques, provocando hundimientos. Altamente concentrado, en el aire, podría hacer que los motores de combustión y reacción funcionasen mal al modificar la tasa de oxigeno y también podría alterar los datos de los aparatos de medición. De está forma, los altímetros podían indicar alturas excesivas lo que haría a los pilotos descender, pudiendo provocar que se estrellasen contra el mar.
A todo ello se unen los estudios que demuestran la existencia de olas gigantes, responsables del hundimientos de muchos barcos en todos los oceános. Estas olas monstruo que se creían extremadamente raras, al parecer, no lo son tanto.
Es muy triste no encontrar fosas marinas en mitad del océano, ni hallar los fornidos brazos de Azathot, Shub-Niggurat, Yog-Sothoth y Nyarlathotep, ni por supuesto los tentáculos carnosos de Cthulhu, a pesar de que ellos sea francamente positivo para la existencia del planeta, y para que podamos disfrutar de unas vacaciones en las Bermudas, isla Mauricio, Croacia, Madeira o la Provenza Francesa.
De todas formas, los mitos siguen en nuestra mente alimentando la imaginación y el interés por descubrir el mundo que nos rodea y el que desconocemos. Las explicaciones míticas de la realidad suelen darle una pizca de sal a nuestra monótona verdad. No obstante, no podemos cerrar los ojos y seguir a sectarios enloquecidos por el brillo de dólares, euros y demás divisas. Que no podamos explicar algo, no significa que no exista la explicación, simplemente quiere decir, que aún no la conocemos.
Por Iñigo Pedrueza, para islasbermudas.es